“Hace tiempo, Dick, Barry y yo decidimos que lo que importa es lo que te gusta, no lo que te gustaría ser. Libros, discos, pelis… Eso importa. Puede que sea cínico, pero es la puta verdad”. Esa frase que nos dirá Rob en la película, reflexionando sobre la vida, puede que sea infantil, alejada de la realidad, inmadura. Pero es la puta verdad (perdón niños). Tenemos nuestra vida real, llena de cosas maravillosas, pero esa realidad se ve influenciada constantemente de esa otra vida, la ficticia, en la que nos ponemos los auriculares y nos ponemos un disco de REM o de los Pink Floyd, y volamos. En la que leemos un libro de Stephen King o de Juan Carlos González, y vivimos un rato en el cuerpo de otro ser; o en el que, como hoy, nos metemos en una película, y vivimos esa vida de repuesto, citando a Garci. Alta fidelidad es una película que tiene dos historias: la real y la fantasiosa, lo que vamos a llamar, términos cinéfilos, el macguffin. La real, de lo que en verdad va esta histori...
Blog de José Javier Martínez Blaya