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Simple Song de The Shins: análisis de un videoclip esencial



Simple Song es una canción de The Shins, más concretamente de su disco de 2012 Port of Morrow. El grupo, formado en Nuevo México, en Alburqueque (sí, la mítica ciudad the Breaking bad y Better call Saul), siempre se ha carectirazado por una mezcla del mal llamado indie rock y, si me lo permitís, un poquito de folk. Me gustan mucho desde hace mucho. Y aunque la letra es una pasada y os invito a escucharla y reflexionarla, no es de lo que quiero escribir hoy.

Simple song tiene un videoclip brutal que siemrpe ha sido uno de mis favoritos. He aquí el enlace para verlo, algo que debéis hacer ahora, o quizá mejor después de leer estas modestas líneas.

Simple Song - The Shins

Me gusta mucho la historia que nos cuenta este cortometraje musical, pues es lo que es: una pequeña película, diría que casi un cuento. 

La cosa empieza en un funeral. Hay un ataud abierto en un sala, a los pies de una escalera, y unos familiares que rodean el féretro. Un viejo televisor nos muestra una grabación del finado compartiendo por vídeo sus últimas voluntades. Así nos enteramos que allí están sus tres hijos, dos hombres y una mujer, que han acudido al funeral y lectura del testamento acompañados de sus respectivas familias, para darle el último adiós a su padre y, sobre todo, saber quień será el heredero de sus bienes, principalmente de la casa. Ya vemos por sus rostros que la relación entre los hermanos no es buena, y que tampoco lo debía ser con su progenitor. Entonces, el padre dice desde el más allá, en el televisor en el que se ve la grabación de su testamento, que no puede elegir a ninguno de los tres, que ha escondido la escritura en el algún lugar de la casa, y que el que la encuentre se la queda. La cara de los hijos va a reflejar en ese momento el motor de la historia. Sus rostros parecen decir "ya estamos otra vez". Y es que, a partir de ese momento comienza una carrera frenética por la vivienda, un casa de tres o cuatro plantas, mientras se nos interacalan vídeos domésticos de cuando los hijos eran niños, en concreto de una fiesta de cumpleaños.

Parece ser que el padre era un tipo de cuidado, que siempre estaba haciendo competir a sus hijos en ese tipo de gincanas, y los chicos estaban hasta las narices de él. Mientras vemos esas imágenes de la fiesta, descubrimos que se lo pasaba teta con los juegos, pero solo le hacían gracia a él. Ni a sus hijos ni, sobre todo, a su mujer, aquellas chorradas les gustaban un pelo.

Durante un rato existen en el videoclip dos líneas temporales que transcurren en pararlelo. Por un lado, los herederos compitiendo por la escritura a cara de perro, con sus familias implicadas también en la búsqueda del documento; por otro, las imágenes de los chicos jugando con su padre en las mismas habitaciones con, también, caras de disgusto y miradas asesinas hacia su progenitor, erigido en una especie de árbitro o de maestro de ceremonias. Pero de alguna manera, se nos empieza a mostrar que esos recuerdos no eran del todo malos, que tuvieron destellos, que gracias a los juegos del padre no lo pasaron del todo mal. Incluso vemos que el hijo pequeño tuvo un momento romántico con una niña que después se convirtió en su mujer. También asistimos a que, gracias a la búsqueda de la escritura, de alguna manera esa pareja recupera parte de su amor de infancia con una mirada en la que se reconocen como niños enamorados, en quizá el momento más sutil y emocionante de la historia para el sensiblero que escribe esto.

Y por fin llegan a la buhardilla de la casa donde se esconde la escritura. La encuentra la nieta del fallecido, y su tío, el hijo mayor de la familia, se la arrebata con un empujón sin miramientos, ante la mirada enfadada de la madre de la niña, es decir, la hermana del empujante. Todos se reunen alrededor del papelote, y comienzan a leer. En letra impresa, descubren que el padre les había gastado una broma. El papel dice que esa no era la escritura, que todo había sido otro juego. Que la casa estaba llena de recuerdos horribles, que la había vendido y que la iban de demoler. En ese momento, en la otra línea temporal vemos como, al final de uno de esos juegos de infancia, la madre, suponemos que cansada de las tonterías del padre, cogió a los hijos y se los llevó. Podemos imaginar que a partir de ese momento el hombre vivió solo en la casa, triste y olividado por sus hijos hasta el momento de su fallecimiento. Imaginamos también que, consciente de que iba a fallecer, había montando esta última competición a modo de venganza, o de broma final, para irse del mundo fiel a sí mismo, y decirle a sus hijos: éste era vuestro padre, pequeños cabrones. 

Ellos en ese momento comprenden a su padre y parece haber cierta redención. Pero de repente, ven que el documento tiene una posdata, en la que dice que el derribo de la casa comenzará en ese mismo momento. Una bola de demolición entra por la ventana y empiezan a correr escalera abajo, como almas que lleva el demonio, para no quedar supultados entre los escombros. Todos consiguen salir, cubiertos de escayola y polvo, y están riendo. El golpe final les ha dado una lección. Me gusta pensar que el padre no les ha dado una vivienda, ni dinero, sino una nueva vida en la que, tras esa experiencia, van a volver a ser una familia unida. Ese padre abandonado y olvidado ha conseguido muerto lo que no consiguió en vida, y es que sus aburridos hijos se diviertan. Fin.

No sé por qué me gusta tanto este vídeo, pero es fácil adivinar que, siendo yo mismo un padre, algo de esta historia acaricia ciertas cuerdas de la guitarra de mi alma. Además, la canción es una pasada, como decía al principio, The Shins es un grupo del que he estado colgado mucho tiempo, y su videoclip es, sencillamente, una maravilla.

Viva la música.

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